miércoles, 10 de agosto de 2011

La Venecia de China

Hoy me he decidido a salir de la ciudad de Shanghai para visitar aquella que Marco Polo definió como La Venecia de China. Ya por el siglo XIII aquel viajero quedó deslumbrado por la belleza de una ciudad cercada por canales y vias fluviales cruzadas por más de 200 puentes de arcos de piedra, por sus más de 100 exquisitos jardines y por su dominio en el arte de confeccionar delicados trabajos en seda. 
Suzhou es el origen de la conocida Ruta de la Seda, el centro de producción de seda más importante de China y mi objetivo en el día de hoy.



Para llegar allí desde el Hotel Marvel en 123 South Xizang Road, cojo la línea 1 de metro en People's Square hasta la parada de Shanghai Railway Station. Desde allí sale un tren directo a Suzhou pero, cuidado, existen dos tipos de trenes con este mismo destino; un tren rápido (tipo AVE) que invierte unos 40 minutos en llegar a la ciudad de la seda y otro (tipo Regional) que hace el mismo recorrido en 2 horas. Mi desconocimiento hizo que cogiera este segundo que, a pesar de ser más económico, te regala un largo y tedioso recorrido haciendo paradas en cada una de las poblaciones que se cruza en el camino. Eso si, la experiencia es inolvidable ya que te sumerges en la China más auténtica. Un vagón repleto en el que viajan más pasajeros de los que caben y en el que la gente acaba haciendo el trayecto de pie o sentados en el suelo debido a la falta de espacio. Pasajeros cargando enormes bolsas de equipaje llenan los vagones del tren, discuten en él, juegan a cartas, cocinan y comen durante su viaje.
Son las 10:30 horas y a mi llegada a la estación de Suzhou, me asalta un persuasivo cazaturistas que, por solo 160 Yuanes ( unos 19 euros), me ofrece una furgoneta con un conductor durante todo el día y para uso exclusivo. Evidentemente, el precio fue el resultado de un intenso regateo que comenzó con 200 Yuanes y una furgoneta compartida con otros turistas.
El plan me parece genial ya que cuento con un solo día para ver lo más importante de una ciudad que, en la actualidad cuenta con una población de más de 2 millones de habitantes. Además el día  no parece acompañar y la amenaza de lluvias es permanente.


Mi primera visita es al Jardín de la Calma. Un claro ejemplo de los oasis de tranquilidad que allí se diseñaron durante el apogeo de la dinastía Qing. Lugares pensados para la meditación silenciosa, conviene visitarlos sin prisas y disfrutando de cada uno de sus rincones.
La lluvia comienza a hacer acto de presencia y aprovecho para refugiarme en un restaurante recomendado por el conductor y comer algo.


A mi salida del restaurante continua lloviendo pero mi recorrido debe proseguir y nos dirigimos a la Pagoda del Templo Norte. Una pagoda que supera los 76 metros de altura y que merece la pena visitar en su interior para, desde lo alto, contemplar unas espectaculares vistas de la ciudad. A pie de la imponente pagoda, un enorme y sonriente Buda tallado en piedra da la bienvenida.


En Suzhou se hace imprescindible la visita a un taller de confección en seda. Es interesante ver el proceso que se sigue para la producción de tejidos, desde la cría de gusanos y la recolección de los capullos de seda, hasta el tratamiento que se sigue para la extracción de la materia prima. Como es de esperar, al finalizar la visita intentarán venderte alguna colcha o funda de almohadón.


Pero la visita más importante de la Venecia de China es, la que puedes hacer paseando por las Siete Millas de Shantang. Una zona de Suzhou que conserva la historia y la cultura de la ciudad que cautivó a Marco Polo. Calles tradicionales que mantienen el encanto y el sabor de la China tradicional. Un paseo en barca por el delta del Río Yangtze te llevará hasta los encantadores canales que atraviesan la ciudad. Multitud de barcas se cruzan bajo los puentes de piedra dejando a ambos lados preciosas casitas adornadas con farolillos rojos.
Es aquí donde alcanzas a comprender por qué Marco Polo se sintió hechizado y fascinado por aquella pequeña población rodeada de arrozales.

Antes de abandonar Suzhou, esta vez en el tren rápido de las 18:00 horas, visito la Colina del Tigre dominada por la inmensa Pagoda inclinada de Yunyan.


El viaje de regreso se hace más cómodo y rápido, y me permite llegar a tiempo a Shanghai para visitar, nuevamente, el Bazar Yu Yuan


Junto al Bazar y antes de regresar al hotel descubro un establecimiento que parece formar parte de una cadena de restaurantes de comida local. Los comensales se reúnen entorno a una mesa con un agujero en el centro. El agujero contiene una plancha sobre la que se coloca un cuenco con dos espacios diferenciados y llenos con lo que parece agua hirviendo condimentada con diferentes salsas y especias.
El lugar despierta mi curiosidad y, como ya se ha hecho la hora de cenar, me aventuro a probar.
Una vez sentado me traen una hoja de papel con un millón de cosas escritas en chino y que, logicamente,  me resulta imposible descifrar. Al solicitar una carta en inglés, la camarera me sonríe y con un gesto me invita a seguirla. Atravesando todo el restaurante me conduce hasta la cocina, donde me muestra uno a uno todos los ingredientes que puedo seleccionar para mi cena. Diferentes tipos de hongos, tallarines, bolas de carne o pescado, verduras varias, salsas, bambú,..... y un sin fin más de productos se me ofrecen. El plato consiste en ir echando en el cuenco hirviendo los ingredientes seleccionados para comerlos recién hechos y aderezados con salsas varias.
Ojo con uno de los lados del cuenco,.... es tremendamente picante.
Comida sabrosa, divertida y muyyyyyy barata (24 Yuanes por persona = unos 2,8 euros bebida incluida).


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