jueves, 11 de agosto de 2011

En el Distrito de Long Hua

El día ha amanecido soleado e invita a conocer los rincones ocultos de Shanghai.
En el otro extremo de la ciudad se encuentra uno de los lugares de culto budista más importantes de la ciudad; El Templo de Long Hua.


El Distrito de Long Hua se encuentra al sur de la ciudad y esconde más de un secreto entre sus calles y avenidas. 
Un enorme parque ofrece refugio y un remanso de paz y relajación entre el frenético ritmo urbano, los numerosos centros comerciales de la zona y el intenso y bullicioso tráfico. 


Atravesando el arco de entrada siento que me he sumergido en una esfera de calma y sosiego, en un lugar casi místico. 
El sonido de los grillos, presencia constante en Shanghai, cobra un protagonismo especial en este paraje. Un rumor de fondo que, de vez en cuando, se convierte en escándalo para recordar que ellos, los grillos, son los amos y señores de aquel lugar. Llaman nuestra atención para hacernos tomar consciencia de que hemos entrado en su casa, que este es su hogar y que somos bien recibidos.
Cerca de mi, un reducido grupo de ancianos hace sus ejercicios matutinos y ensaya sus coreografías siguiendo el pausado ritmo de la música. Con extrema concentración y asombrosa coordinación, se mueven todos ellos a un tiempo, como un solo cuerpo. 
Un poco más allá dos ancianos hacen espectaculares juegos de habilidad y equilibrio con el diábolo, al pie de un grandioso monumento erigido allí para honrar a los protagonistas de la revolución.
En el centro del parque un despejado camino bordeado por melocotoneros se abre paso dejando ver al fondo, una gran pirámide de cristal. Un monumento la precede y a sus pies, un ramo de flores rinden un humilde tributo. 


Dos espectaculares grupos escultóricos custodian a izquierda y derecha el acceso al monumento. Cámaras de video estratégicamente situadas, vigilan y garantizan el respeto que se debe ha este significativo lugar. Al canto de los grillos se une el rumor del agua que brota de una fuente cercana.
Me encuentro frente al Cementerio de los Mártires de Long Hua. Aquí se rinde homenaje a las víctimas del terror blanco de 1927 donde cientos de trabajadores en huelga fueron asesinados a manos del Kuomintang.
Solo, frente a tan imponente lugar, escucho la risa de un niño y veo a un anciano correteando con su nietecito por los jardines cercanos. 
No recuerdo la última vez que experimente una sensación de quietud y sosiego semejantes.


A la derecha del cementerio, otro gran monumento recuerda a las víctimas de la matanza. 
Los árboles han dado paso, aquí, a un tupido y enmarañado cañaveral. Como los barrotes de una prisión, miles de cañas de bambú se elevan firmes hacia el cielo sin apenas dejar espacio entre unas y otras.


Saliendo del parque me detengo unos minutos para contemplar a un pequeño grupo de hombres y mujeres de diferentes edades que, guiados por su maestro y bajo la sombra que les proporciona un gigantesco árbol, practican Tai chi. Sus movimientos acompañan el aire que les rodea realizando bellísimas figuras corporales. Les contemplo embobado y, sin darme cuenta, acabo reproduciendo algunos de los movimientos que, con suma destreza, ejecutan.


Finalizada mi visita al parque, me dirijo al Templo de Long Hua. Por el camino, numerosas tiendas de inciensos, ofrendas y otros artículos religiosos se suceden pared con pared. 
Frente al templo se alza la pagoda más alta de Shanghai convertida en un importante lugar de peregrinación para los budistas. De 44 metros de altura y con forma octogonal, la Pagoda de Long Hua, se reserva solo a los visitantes locales teniendo prohibida la entrada a turistas.


El Templo de Long Hua (Templo del Dragón Reluciente), de enormes dimensiones, cuenta con cinco naves principales y alberga numerosas imágenes entre las que destaca la de El Buddha Sonriente. Dos enormes leones de piedra custodian la entrada a la primera de las salas.
Llama poderosamente la atención la Sala Luohan que está llena de representaciones de dorados santos arhat, aquellos que han alcanzado la iluminación. 


Todo es inundado por un intenso aroma a incienso. Los monjes, como ánimas silenciosas, transitan por entre los visitantes procurando pasar desapercibidos.

La mañana de hoy ha sido una de esas que se graban a fuego en la memoria por lo esperado y por lo inesperado.

La tarde la dedico a hacer las compras previstas, por lo que me desplazo al Bazar Yu Yuan
Allí, en un pequeño puesto de venta, un artista graba en el rostro de una pequeña perla engarzada en plata, un Te Quiero Mamá en español y en chino. Cuidadosamente expuesto en una cajita de cartón forrada en tela y provista de una pequeña lupa que permitirá ver el texto grabado en la superficie de la perla.


Llegando al hotel, recorro las tiendas y grandes almacenes cercanos. Comercios, todos ellos, de marcas reconocidas que, en esta ocasión no son de imitación. Entre ellos, un centro comercial de 4 plantas dedicado en exclusiva a la electrónica, reúne a decenas de puestos independientes que venden teléfonos, tablets, ordenadores, y cualquier otro artículo de última tecnología.
Es aquí donde puedes encontrar aparatos electrónicos a muy buen precio. Pero extrema las precauciones, debes aprender a distinguir lo original de la burda imitación. 
Yo he llegado a hacerme todo un experto en la materia. 
No dudes en contactar conmigo si necesitas consejo.

Finalizo el día cenando en un restaurante de comida cantonesa. Esta es la comida china que conocemos en España.



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